lunes, noviembre 30, 2009

Suspensión pasadas las 24

La espera del encuentro suspendida
se hace incierta la manera del lenguaje
nadie dice
piensan que expresar es armarse de palabras.

Pero es mentira.

Son ellas quienes los arman
y escribir se vuelve
un blanco espacio de melancolías.

Se hace más de medianoche
deja de haber mundo
que atienda estos versos
para después decir que no es poesía

sino otro intento fallido
de quebrarle al silencio la presencia.

Deriva

Cuando los caminos no son ya trechos seguros
y se vuelven senderos
habría que preguntarse
por qué la luna ya no es como el faro
sino como la gran roca caída en hombros de Sísifo

o por qué existen momentos
en que los momentos se quiebran
y no son más que el silencio
entre una nota y la siguiente

o por qué la imposibilidad de hallar palabras
que al pronunciarse les fuera suficiente
con adherirse al firmamento
en lugar de marcharse como niñas caprichosas del brazo del tiempo.

Cuando los caminos no son ya trechos seguros
y se vuelven senderos
habría que preguntarse

si el suelo bajo nuestros pies es de arena o de ceniza

si el horizonte es de fuego o el sol arde demasiado

si aquello es porque es o tu mirada está rota

si el dolor del primer amor es lo único que permanece.

jueves, noviembre 05, 2009

Carta de Julio Cortázar a Alejandra Pizarnik


París, 9 de septiembre de 1971


Mi querida, tu carta de julio me llega en septiembre, espero que entre tanto estás ya de regreso en tu casa. Hemos compartido hospitales, aunque por motivos diferentes; la mía es harto banal, un accidente de auto que estuvo a punto de. Pero vos, vos, ¿te das realmente cuenta de todo lo que me escribís? Sí, desde luego te das cuenta, y sin embargo no te acepto así, no te quiero así, yo te quiero viva, burra, y date cuenta que te estoy hablando del lenguaje mismo del cariño y la confianza –y todo eso, carajo, está del lado de la vida y no de la muerte. Quiero otra carta tuya, pronto, una carta tuya. Eso otro es también vos, lo sé, pero no es todo y además no es lo mejor de vos. Salir por esa puerta es falso en tu caso, lo siento como si se tratara de mí mismo. El poder poético es tuyo, lo sabés, lo sabemos todos los que te leemos; y ya no vivimos los tiempos en que ese poder era el antagonista frente a la vida, y ésta el verdugo del poeta. Los verdugos, hoy, matan otra cosa que poetas, ya no queda ni siquiera ese privilegio imperial, queridísima. Yo te reclamo, no humildad, no obsecuencia, sino enlace con esto que nos envuelve a todos, llámale la luz o César Vallejo o el cine japonés: un pulso sobre la tierra, alegre o triste, pero no un silencio de renuncia voluntaria. Sólo te acepto viva, sólo te quiero Alejandra.

Escribíme, coño, y perdoná el tono, pero con qué ganas te bajaría el slip (¿rosa o verde?) para darte una paliza de esas que dicen te quiero a cada chicotazo.



Julio